martes, 12 de septiembre de 2017

Hacer, la mejor manera de decir

El 1er Secretario del Partido de Bauta, “casualmente”, según la lógica del atribulado Pachichi, se encontraba en Playa Baracoa, al frente de las autoridades que organizaron la protección de los vecinos en lugares seguros; seguramente lo presentará como la pretensión de desviar la atención para continuar “reprimiéndole” lejos de la vista de sus vecinos; veamos qué historia cuenta a Diario de Cuba, para engrosar su expediente de “perseguido político”. Mientras tanto les comparto este material de Joel Mayor, periodista del semanario El Artemiseño.
Baracoa no se rinde ante el mar. Playa Baracoa parecía un pueblo fantasma. El sábado, las casas más frágiles habían quedado vacías, al amparo del destino; las recias viviendas de mampostería, también. No había bañistas ni gente en las calles, apenas un yipi de la Policía, el viento y el cielo oscuro. Mientras, las olas cada vez más dementes se abalanzaban sobre las rocas de la orilla, sobre los muros; se erguían más altas, más amenazantes, en masas de agua frenéticas capaces de tomar las calles. El sábado, el mar no era azul sino blanco, pero no había pureza alguna en su espuma. Las autoridades entendieron bien el mensaje y se llevaron a la gente a un lugar seguro, lejos de la furia de vientos y olas. El sábado 9 de septiembre el mar reclamó la tierra, plantó bandera mucho más allá de sus fronteras y mostró sus fuerzas aun sobre paredes de bloques. Alexander Valdés, presidente del Consejo de Defensa Municipal en Bauta, compartió su percepción preliminar sobre los estragos: varios derrumbes totales y un número algo mayor de derrumbes parciales, incluidas casas de mampostería en el suelo, inundaciones… Las olas arrastraron lo que encontraban a su paso; pasaron por encima de la tienda La Estrella, como si no estuviese a tantos metros de la orilla, comenta. En tanto Irma empujaba aquellas aguas sobre el poblado costero, sus habitantes permanecían ya a buen resguardo en la Escuela Pedagógica Abel Santamaría. Neisa García no escatimó elogios para las atenciones que le prodigaban: camas, alimentos, enfermeras, esmero… “¡Muy bien! Preocupados por nuestra salud, por el cuidado en especial para los niños. Desde los cocineros hasta el personal de limpieza y, por supuesto, las autoridades. Mejor que el Gobierno cubano, no hay”. “¡Esto es Revolución o muerte!”, interviene Eugenio Asensio Veleño, como para que no queden dudas de la gratitud de todos. María Carmenate y las pequeñas Daineli, Dianet y Dayana asienten sin dudar. El mar ha recobrado la cordura y se retira hacia donde suele quedarse. El viento dejó de rugir. Las nubes no consiguen ocultar más el Sol, la única luz aún en playa Baracoa, hasta que se restablezca el servicio eléctrico. Poco a poco, el tiempo premia el esfuerzo de muchos, de los directores de Comercio, Transporte, Acueducto, Salud Pública…, del Consejo de Defensa, que en medio del huracán trabajaron en función de preservar vidas y garantizar lo indispensable al pueblo. Irma va quedando atrás.

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