jueves, 30 de noviembre de 2017
lunes, 27 de noviembre de 2017
“Zigzagueo oportunista”.
La artificiosa gacetilla “El Majadero de Artemisa” turba nuevamente a sus lectores digitales, ahora con una torcida historia bajo el estruendoso título “El hombre del saco” ¿Mito o realidad?, que confronta todo lo desgranado por su embriagado staff durante las publicaciones del actual año.
En 13 de los 21 números, que han colgado este año en la red de redes, han realizado 25 denuncias públicas sobre delitos, ilegalidades e indisciplinas sociales observadas en Candelaria, San Cristóbal y Artemisa, que en honor a la verdad les permiten ser nominados como colaboradores destacados en el enfrentamiento comunitario a esas manifestaciones delictivas y antisociales.
Directivos, funcionarios, y trabajadores de tiendas recaudadoras de divisas, taller de servicio, panaderías, transporte público, acueducto, centros gastronómicos, óptica, comunales, hotel Campoamor, Rastro de materiales de la construcción, revendedores, piperos, y otros, fueron los centros de las imputaciones. Los calificativos variaban, desde hacerlos responsables de “afectar el bolsillo de los trabajadores”, “faltar el respeto al pueblo”, “causar grandes disgustos a los ciudadanos”, “extorsionar al pueblo”, hasta “son una mafia”.
En todos los reportes cuestionaban que “no pasa nada”, “¿quién ve esto?”, “las autoridades no actúan”, “la policía nunca aparece”, “las autoridades no toman cartas en el asunto”.
De momento aparece un desconocido Wilson Castañeda con una hipócrita “historia de terror” en que ataca la actuación policial, aunque percibo sospechosamente que tiene el mismo estilo histérico de escribir que uno de los habituales necios que viven de la gacetilla, pero eso se lo dejo a Normando Hernández, el jefe de jefes, a quien le están dando gato por liebre.
Según la lógica que han mostrado debían reaccionar con la vanidad de otros artículos en que alardean con haber presionado a las autoridades para atender sus denuncias;pues coinciden en no pocos casos sus delaciones públicas con los lugares y sobre quienes actuó la policía.
Pero quizás se deba a que algunos de sus directivos andan temerosos de que los metan en el saco, por esquilmar el bolsillo de los cubanos de a pie con la venta de medicamentos, o que lo del decomiso de puercos les complejiza el proceso productivo de embutidos y ahumados sin aportar al fisco.
Al supuesto Wilson Castañeda un consejo: socio, cuídate de piel de oso que es muy inestable emocionalmente, e inconforme, fíjate que quiere dos policías, una que imponga el orden y otra que le dé un chance.
Por mi parte sigo junto a quienes tienen valor, antes que los que tienen precio.
lunes, 20 de noviembre de 2017
La fabuladora y su costal.
Puedo afirmar que a través de la lectura he podido acercarme algo a la Francia revolucionaria del siglo XIX, pero mucho más y mejor conozco lo que ocurre en Artemisa, la tierra en que vivo, justo a 550 metros de la vivienda donde reside la altanera autora del artículo “El hombre del saco”, colgado en el sitio web de una connotada organización terrorista con sede en Miami.
La impertinente cuentista rumorea sobre una supuesta preocupación que inquieta a los pobladores de Artemisa: el accionar de un alto oficial de la Policía Nacional Revolucionaria, desde hace poco más de un mes.
Lo que he vivenciado en ese periodo de tiempo es una respuesta mesurada, ordenada y legal, a personas que han delinquido, participan en ilegalidades o manifiestan indisciplinas sociales, que se corresponde con la función que cumplen en la sociedad, y es reconocido por muchos pobladores, que lamentablemente no se encuentran en el marco de las relaciones sociales de la fabuladora, pero que favorecen su apreciación sesgada de la realidad.
En el Café de la Casa de la EGREM en Artemisa, escuché el comentario de que más de una docena de jóvenes, tripulando motos eléctricas, fueron conducidos a la unidad de la PNR, y abundaron los argumentos en apoyo a la medida, porque es notorio en el pueblo que muchos no utilizan casco protector, conducen a alta velocidad y sin respetar el derecho de vía, en ocasiones lo hacen en estado de embriaguez, no poseen licencia de conducción, y en una cifra no despreciable son adolescentes. Los presentes coincidimos en que la actuación policial era necesaria, y los cuestionamientos eran dirigidos a la tolerancia manifiesta de los padres de esos adolescentes.
Frecuento habitualmente la panadería La Parra y no he conocido ninguna muestra de apoyo a los administrativos y trabajadores que fueron detenidos en esa unidad, al igual que los de la panadería Flores Betancourt. La razón es sencilla, nos vendían el pan sin calidad y por debajo del peso normado, para robarse los recursos que destinaban al mercado negro. Al siguiente día cambió, para bien, la calidad y peso del pan ofertado, se comenzaba a observar con rigor las normas técnicas para su elaboración. No es extraño entonces que el barrio apoye la medida policial.
A finales de octubre se interrumpió, por varios días, el servicio de agua potable. Enseguida reaparecieron los inescrupulosos que te ofertaban una pipa de agua al precio de entre 150 y 300 CUP por viaje. La policía ocupó las pipas que sorprendieron vendiendo el preciado líquido y las entregó a entidades estatales, incrementando el parque de carros cisternas que garantiza el servicio a los barrios más afectados, encamados, otros enfermos e instituciones sociales. Eso también fue aprobado por muchos de mis vecinos y compañeros de trabajo.
Hace dos domingos vi pasar a Chacha, por frente a mi casa, con un semblante de gozo y satisfacción, y me espetó: “la policía obligó a bajar los precios a los ladrones de la feria”, y me mostró orgullosa sus dos jabas abarrotadas de alimentos recién comprados. No me consta que así fuera, pero imagino la cara de mi amiga si la aprendiz de guionista le da a leer el artículo de marras.
Varios colegas me han comentado siempre, y lo he vivenciado en mi propia Circunscripción, sobre planteamientos del pueblo en las asambleas del Poder Popular,clamando por un actuar más enérgico de la policía frente al delito, las ilegalidades y las indisciplinas sociales. Una de las más preciadas conquistas, en tierra de Fidel, ha sido la garantía de tranquilidad ciudadana. Entonces ¡Enhorabuena el orden, la disciplina y la exigencia!.
Dudo que la cuentista disponga de tiempo para leer mi nota, porque la imagino mucho más ocupada ahora, intentando proteger mejor su fabriquita clandestina de refresco no patentado, que vende caro a los “empobrecidos” artemiseños de a pie, que dice defender.
Prometo regresar con un nuevo material, pero será sobre su ridícula referencia a Fouché.
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