martes, 17 de febrero de 2015

El corazón sobre el diamante.

Quedó probado cuán grande es el béisbol cubano. Precisa de mayor cantidad de juegos, enseñar todo el abecé desde las categorías infantiles y juveniles, enfrentar con frecuencia a equipos calificados, continuar insertando peloteros en las ligas de más alto nivel y mejorar la estructura de las series nacionales; sin embargo, ganamos.
¿Por qué? Porque en Cuba el pelotero bueno nace como la hierba. Pese al espacio que le ha robado el fútbol, con tantas horas de programación en pantalla, igual en cada esquina hay muchachos pegándole incluso a la tapa de un pomo con un bate tan fino como un palo de escoba.
En este pequeño país de 11 millones de habitantes el béisbol es pasión de intelectuales y constructores, de músicos y humoristas, de campesinos y maestros, de jóvenes y adultos, de fervorosos asistentes al estadio y vehementes espectadores desde la casa.
Cuentan en diversas páginas digitales allende los mares que cada vez más se les hace la boca agua a los equipos de Grandes Ligas con los talentos de este archipiélago, pero, gracias al bloqueo, aún tendrían que abandonar su Patria.
Desde el 3 de febrero, la Major League Baseball (MLB) eliminó la necesidad de pedir un permiso oficial al gobierno de Estados Unidos para firmar contratos. Pareciera que algo sustancial cambió; no es así.
Solo puede aceptarlos si firman una declaración en la cual confirman que han adoptado residencia permanente fuera de la mayor de las Antillas. Deberá decir, además: “no pretendo volver a Cuba, ni me permitirán volver. Por este medio declaro que no soy funcionario prohibido del Gobierno de Cuba… y no soy miembro prohibido del Partido Comunista”.
Es apenas un nuevo absurdo y la invitación a continuar con el robo de talentos, que tantos baluartes arrebata a Pinar del Río, Industriales, Cienfuegos, Matanzas, Artemisa… De cualquier manera, y duélale a quien le duela, ganamos la Serie del Caribe.
Ganamos con veteranos como Cepeda y Yuliesky, con hombres curtidos en la justa del patio como Yosvani Torres, y con jóvenes tan valiosos como Héctor Mendoza, Norge Luis Ruiz, Liván Moinelo y Luis Yander La O.
Cierto, tuvimos que resurgir como ave Fénix. Era “casi” el team Cuba. Aun así, vale la pena analizar: cuántos equipos tiene Venezuela en su liga profesional, el tamaño y la población de la tierra bolivariana, y de cuántos estados y naciones se nutren los Caribes de Anzoátegui, los Tomateros de Culiacán y el resto de los conjuntos.
La cita de San Juan no tiene la calidad del Clásico Mundial, pero sí reúne lo mejor de varias ligas superiores en calidad a la nuestra. A las justas que se avecinan, a los Panamericanos, el Premier 12 y el Clásico, iremos con todo: talento y a dejar el corazón sobre el diamante.
Joel Mayor Lorán

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