Por: Arthur González.
Cuando el presidente de Estados Unidos Barack Obama explicó el pasado 17 de diciembre que “las
décadas de aislamiento de Cuba por parte de Estados Unidos no han
conseguido nuestro perdurable objetivo de promover el surgimiento de una
Cuba estable, próspera y democrática”, fue claro y preciso.Para ampliarlo añadió: “nuestra
política provocó un aislamiento regional e internacional de nuestro
país, restringió nuestra capacidad para influenciar el curso de los
acontecimientos en el hemisferio occidental, e imposibilitó el uso de toda una gama de medidas que
Estados Unidos puede utilizar para promover un cambio positivo en Cuba”.
Esas son las causas por la que tanto
insiste en el cambio de táctica, y su ansiedad por abrir una embajada en
la Habana, con cientos de diplomáticos para garantizar sus objetivos.
Nadie puede dudar que la CIA tratará de
servirse a cuchara llena en ese nuevo escenario, con el interés de
explorar funcionarios, directivos de empresas, científicos,
intelectuales, artistas y estudiantes universitarios, en búsqueda de
nuevos agentes que le garanticen informaciones importantes para conocer
los puntos débiles de la sociedad y trazar planes que les permita lograr
la influencia necesaria para destruir el socialismo.
La Habana tiene experiencia suficiente
sobre esta actuación; la vivió desde 1977 cuando el presidente James
Carter, decidió abrir las Secciones de Intereses en ambas capitales.
En 1997, solo 10 años más tarde, Cuba
asombró al mundo con la denuncia más completa y contundente que jamás se
haya realizado sobre la labor de espionaje de la CIA.
La Seguridad del Estado cubano presentó en el verano de ese año un programa seriado, en el cual aparecieron 27 agentes cubanos que la CIA había reclutado y durante varios años creyeron en cada información que entregaron.
Cientos de oficiales de la CIA
aparecieron en la pequeña pantalla, muchos de ellos con un bajo nivel
profesional en sus operaciones clandestinas. Equipos de alta tecnología
entregados a “sus agentes”, mostraron los avances de la ciencia y la
técnica estadounidense puestos al servicio del espionaje contra la isla.
Interés por la salud de Fidel Castro, sus
movimientos fuera del país, participación militar de Cuba en África,
enfermedades de la población animal y humana, inversiones principales,
las finanzas, relaciones políticas internacionales, estados de opinión
del pueblo, y caracterización de funcionarios políticos, eran los temas
de más motivación para la CIA.
Sobre ese descalabro, el ex oficial de fachada profunda de la CIA, Ishmael Jones, expuso en su libro “The Human factor: Inside the CIA’S Dysfunctional Intelligence Culture”; Encounter Books, New York and London; 2008, que el programa cubano de la CIA estaba entre los más importantes de los llevados a cabo durante la Guerra Fría.
Agregó Jones que cuando cursaba la
escuela de oficiales, sus instructores aseguraban que el volumen de
información falsa introducida por esos dobles agentes en las bases de
datos de la CIA, fue tan amplio que no pudo ser extraída, y una buena
parte de ella aun prevalecía en los archivos.
Para tener una idea de cómo pudiera ser
el futuro de la embajada norteamericana en La Habana y el comportamiento
que asumirán sus diplomáticos, basta con ver la actitud sostenida en
los primeros días de marzo del Secretario Adjunto de Comunicaciones del
Departamento de Estado, David A. Duckenfield.
Ese funcionario que se supone busque
mejorar las relaciones con el gobierno cubano y trabajar en áreas de
interés común para ambos países, no hizo más que bajar del avión y salir
desesperado a reunirse con parte de los elementos
contrarrevolucionarios que Estados Unidos financia, entrena y abastece
para acciones subversivas contra el gobierno cubano.
Duckenfield se reunió con una docena de sus asalariados en la residencia de Lynn Roche, jefa de Prensa de su Sección de Intereses en La Habana,
a los que sus campañas mediáticas denominan “periodistas
independientes” del gobierno, pero totalmente dependientes del dinero e
instrucciones de los funcionarios de la Sección de Intereses,
información que de inmediato divulgaron sitios contrarrevolucionarios en
Internet.
En el encuentro Duckenfield afirmó
“haberse llevado una grata impresión del sector de emprendedores
cubanos, que están tratando de triunfar económicamente de manera
independiente a pesar de las décadas de estatalización que soporta el
país”.
Sin tapujos explicó al grupo de
asalariados que en el proceso de acercamiento entre los gobiernos
cubanos y estadounidense, “lo que estamos intentando es ayudar al pueblo
cubano a crear ese espacio de autonomía”.
No por gusto la cancillería cubana afirma
que las relaciones deben basarse en el estricto cumplimiento de la
Convención de Viena de 1962, con el fin de evitar la injerencia de
Estados Unidos en los asuntos internos de la isla.
Evidentemente no aprenden la lección, porque como dice el proverbio popular:
“Perro huevero aunque le quemen el hocico”.
Tomado de: blog El Heraldo Cubano.
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